"Made in" Canarias

1990-1999

Era cuestión de tiempo. Tras décadas y décadas de idas y venidas, de ilusiones y fracasos y un amor constante por el séptimo arte, los años 90 se convertirían en el periodo de generalización de las producciones canarias. No podía ser de otro modo, ya que lo ocurrido durante los 80 auguraba un buen porvenir para los nuevos protagonistas del cine en nuestras Islas.

Si hacemos un análisis general, nos encontramos con dos tendencias principales en lo que respecta al origen de las filmaciones. Por un lado, hubo una gran mayoría de cineastas canarios que trabajaron en el Archipiélago y produjeron desde aquí sus grandes películas. Y, por otro lado, fueron unos pocos los realizadores que dieron sus primeros pasos fuera del territorio isleño. En conjunto y cada uno a su manera, fomentaron la divulgación del séptimo arte tanto a nivel regional como nacional e internacional.

No podemos comenzar este capítulo sin mencionar a los “veteranos” que habían empezado a filmar desde las dos décadas anteriores, todos ellos provenientes de la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Los hermanos Teodoro y Santiago Ríos habían cerrado los años 80 disfrutando de las mieles de su primer largometraje, la popular Guarapo (1988), y ya entonces tenían en mente la preparación de su siguiente película, San Antonio de Texas. Sin embargo, este proyecto se postergó indefinidamente y tendrían que esperar hasta 1998 para estrenar la segunda película sobre la migración canaria, Mambí.

En la isla de La Palma continuó destacando como cineasta referente Jorge Lozano Van de Walle. Al igual que los Hermanos Ríos, sus realizaciones habían evolucionado desde el movimiento cineísta hasta alcanzar durante los 90 una madurez propia de rodajes profesionales, llegando a filmar cerca de 70 películas durante estos años. Se trataban en su mayoría de cortometrajes y mediometrajes enfocados más bien al género documental y con temáticas que comprendían lo histórico-patrimonial o lo etnográfico. Por citar algunos, destacaron La cultura del azúcar (1993), El poema de la Caldera (1995), 1898-1998. El siglo de la imagen (1998) o Los volcanes de La Palma (1999).

Otro antiguo cineísta reconvertido en cineasta fue Josep Manel Vilageliu. El antiguo miembro del colectivo Yaiza Borges siguió alimentando su vena experimental y decidió pasarse al formato de video y digital. Así, grabó en 1992 su mediometraje Venus vegetal, el cual tuvo una buena acogida durante su estreno en la sede de Filmoteca Canaria (1993). A este le siguieron dos secuelas, La ciudad interior (1993-1994) y Ballet para mujeres (1995). Esta trilogía de corte poético fue su trabajo más reconocido, pero también realizó otras películas como el mediometraje Memoria del agua en la isla de El Hierro (1996), un encargo del Cabildo de esta isla.

Y cerrando esta relación de cineastas consolidados nos encontramos con Antonio José Betancor, quien finalizó la década con la realización de su primer y único largometraje rodado en Canarias; sí, estamos hablando de la popular Mararía (1998). Con Lanzarote como telón de fondo se creó este drama costumbrista que contó con intérpretes isleños como Goya Toledo o José Manuel Cervino. Tuvo una cálida acogida en su estreno y recibió cinco nominaciones a los premios Goya, de los cuales obtuvo el de Mejor dirección fotográfica. Ello la convirtió en la primera película canaria en recibir un galardón de la entrega de premios más importante del cine español.

De forma paralela a estos directores, irán surgiendo varios rostros novedosos en la cinematografía canaria. En este punto, es de obligatoria mención el nacimiento de La Mirada Producciones, una productora de gran proyección nacional e internacional fundada en Tenerife por antiguos miembros de Yaiza Borges, a saber, Ana Sánchez-Gijón, Juan Antonio Castaño y Alfonso Ruíz. Con su apoyo y colaboración dieron a conocer el trabajo de varios cineastas, entre los cuales estaban los siguientes:

  • Rolando Díaz: cineasta experimentado de origen cubano que se asentó en las Islas a inicios de los 90 y con el cual realizaron la primera coproducción canario-cubana del audiovisual insular, la laureada El largo viaje de Rústico (1993). Su siguiente trabajo apoyado por La Mirada fue Fuera de juego (1998), codirigida junto al director Aurelio Carnero. 
  • Juan Carlos Fresnadillo: realizador tinerfeño reconocido a nivel mundial tras darse a conocer con el cortometraje Esposados (1996), un hito en la historia del cine español por ser el primero en optar a la nominación de Mejor Cortometraje en los premios Oscar.
  • Andrés M. Koppel: guionista y director de origen alemán que reside en Canarias desde los años 70. Con apoyo de La Mirada filmó el cortometraje La raya (1997), cinta que introducía por primera vez en una película de ficción escenarios naturales de la isla El Hierro.

Al margen de las producciones de La Mirada, otros muchos cineastas iniciaron también su andadura cinéfila. El primero de ellos fue Javier Fernández-Caldas, quien comenzó a trabajar tras las cámaras con su primer cortometraje, El último latido (1993). Con él se estrenó con éxito en el mundo del cine, ya que ganó diversos premios nacionales e internacionales como el de Mejor fotografía en el Festival Internacional de Cortometrajes de Alcalá de Henares. Luego, con la subvención de SOCAEM realizó otro corto muy alabado, Frágil (1994), y en 1998 dio un paso más en su carrera como cineasta al rodar su primer largometraje, La isla del Infierno