La imagen folclórica
1940-1949
Si ya de por sí la relación entre Canarias y el cine estuvo bastante influenciada durante los 30 por la idea de la promoción turística, la llegada del franquismo solo hizo que se acentuáse con fuerza. A pesar de la dura realidad socioeconómica que se vivía durante la Posguerra, el Estado utilizó el cine como herramienta para maquillar la verdadera situación y ofrecía al pueblo y a otros países una imagen de nuestro entorno más bien despreocupada, bella y folclorista.
El director madrileño Rafael Gil fue uno de los primeros en rodar documentales de este tipo en las Islas, realizando cuatro cortometrajes en 1941 de cara a la Exposición de las Islas Canarias que se celebraría en Madrid aquel mismo año. Estos eran Islas de Tenerife, Islas de Gran Canaria, Fiesta canaria y Tierra canaria, focalizados en exponer los paisajes, las costumbres y el trabajo de la tierra de Canarias.
Pero, sin lugar a dudas, el medio que más contribuyó a fomentar esa visión fue el NO-DO (Noticiarios y Documentales Cinematográficos), canal informativo creado a finales de 1942 que impulsó la filmación de pequeños cortometrajes de temáticas variadas para ser proyectados en los cines antes del inicio de una película. Con esta herramienta, el Estado quería asegurarse el control absoluto de la información, filtrando y censurando las noticias en beneficio propio y prohibiendo cualquier otra producción no autorizada. Así, el NO-DO pasó a ser la herramienta adoctrinadora y propagandística al servicio del Estado.
En el Archipiélago, algunos de esos cortos fueron producidos por la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda de la Falange y de las J.O.N.S. Poco después de comenzar a emitirse (4 de enero de 1943), el NO-DO ya se rodaba en Canarias. El primero fue el NO-DO Nº 12, filmado en Santa Cruz de Tenerife y el Puerto de la Cruz y estrenado el 22 de marzo de aquel año. A este le siguió el NO-DO Nº 50-B, el cual recogía imágenes de la construcción de la Presa de Ayagaures en Gran Canaria. Se estrenó el 13 de diciembre de 1943.
Pero, como si no fuera suficiente, con el largometraje nacional Alma canaria (1945) se trataría de proyectar aún más el tan proclamado exotismo canario. El empaquetado de plátanos, las peleas de gallos, la luchada o el uso intensivo del paisaje tinerfeño son muestras de ello. La música popular canaria también tiene un peso destacado en este drama sentimental, en el cual intervino la cantante herreña María Mérida, una de las más populares de nuestro folclore.
El empeño de impulsar Alma canaria fue en vano y así, la segunda película de las tres hechas en Canarias durante los años 40 no recibió la acogida esperada. Su director y coguionista, José Fernández Hernández, cayó en el olvido y, a día de hoy, el film es uno de los menos recordados de los que se han rodado en Canarias. Y mientras tanto, ¿qué ocurría con el cine creado por los canarios?
La incursión cinematográfica seguía estancada tras el estreno de los dos primeros largometrajes isleños, El ladrón de los guantes blancos (1926) y La hija del Mestre (1928), pero existió un aventurero destacado que se atrevió a ponerse tras las cámaras durante esta década. El grancanario Martín Moreno (pseudónimo de Francisco Pérez García) fue un apasionado del cine que consiguió un breve pero destacado hito al impulsar durante el año 1946 la creación de la segunda productora de Gran Canaria, la Drago Films. Promovida junto a sus amigos Nicolás Puga (actor) y Rafael Cruz (administrador), con ella rodó durante el verano de ese año tres cortometrajes: Gran Canaria, Canción del Nublo y Teide Gigante.
Aunque también vemos esa tendencia tan folclórica e idealizadora de los habitantes isleños, estas películas constituyen un lugar relevante dentro del séptimo arte canario por impulsar por tercera vez en nuestra historia unas producciones creadas, dirigidas, producidas y protagonizadas por artistas insulares. Lástima que los altos costes de producción y un escaso apoyo de las instituciones truncaran el mismo año de su creación la continuidad de la Drago Films. A sus impulsores les quedaría el consuelo del éxito obtenido durante el estreno de los 3 films en el Cine Avellaneda de Las Palmas de Gran Canaria.
Aun así, Martín Moreno y sus compañeros sentaron las bases de la gran actividad cinematográfica que estaba a punto de llegar. Y es que entre los 50 y los 70 se impulsarían nuevas figuras de la realización canaria, a la vez que el Archipiélago de convertía en un gran plató cinematográfico.